24.9.11

Pegaba golpes. Una y otra vez. Cabeza contra pared. Él no lo entendía, no le entraba en la cabeza, así que siguió golpeándola. Le dolía, le dolía todo el cuerpo, menos la cabeza. Irónico, ¿verdad? Cada segundo sentía como se le enfriaba poco a poco el corazón, la temperatura de su cuerpo bajaba, pero no podía sentir el frío, no podía sentir nada, el dolor le anestesiaba.
¿Qué importaba ya? El destino había jugado sus cartas, ya no había marcha atrás ni botón de retroceso, había pasado. Se había marchado para no volver jamás.
#Voy a hacer en tu honor inventarios de pánico;
Hace mucho tiempo hice una promesa, quizás no fuera la promesa más original del mundo, ni la más fácil de cumplir, quizás la hice porque era mucho más sencillo que luchar por las causas perdidas, que derramar una y otra vez una lágrima por cada decepción, cada desilusión, cada fracaso. El tiempo pasa, y mientras tanto luchas, a veces no luchas por nada en concreto, o luchas contra ti mismo, pero lo haces, y nada ni nadie puede evitarlo.
Cogió la puerta para no volver jamás;